miércoles, 10 de julio de 2013

LA IMPORTANCIA DE LA NARRACION

Está previsto en el plan didáctico de las escuelas Waldorf, que todos los días al final de la clase principal, los niños reciban su narración. Esta materia acompaña el desarrollo del niño de primero a octavo grado. Debe adjudicarse gran importancia a la narración, dado que durante muchos años se la practica a diario. Esta práctica está fundamentada en el Estudio del Hombre de Rudolf Steiner y está orientada a cultivar la vida del sentir del niño, estimulándola, creando condiciones para que germinen semillas, broten y crezcan, semillas, que de otro modo no tendrían posibilidad de nacer. Puesto, que muchas buenas semillas que yacen en el corazón del hombre, no pueden nacer, por el hecho de que nadie les brinda las condiciones adecuadas.

No en vano, se le otorga tamaña importancia al cuidado de la vida anímica. El viviente sentir del niño irá cambiando; al cabo de la pubertad, a modo de fruto hará madurar un pensar, y un juzgar moral. Esta aseveración puede ser observada, si se sigue el desarrollo de los niños de su séptimo año hasta el décimo-octavo. Con la narración no se pretende alcanzar una meta didáctica, sino una meta de formación humana, impuesta al maestro. ¿Cómo logramos intuir esa meta? Remitamos nos a experiencias propias. Quién ha visto una clase que está escuchando, ¡imagínela! Es diferente, a cualquier otra clase. Allí están sentados los niños, como una orquesta que está aguardando al director. La música, inaudible, ya está vibrando en cada uno de los miembros, tiene que venir empero el director, para despertarla, y hacerla resonar. Y el maestro, el dichoso director puede comenzar a tocar la música, vale decir, a contar. Cada instrumento conoce su voz, es menester tan solo llamarlo, acude gustoso, para ocupar su lugar. Todos están colmados por la insospechada belleza, de la cual sin embargo ellos mismos son los autores. Lo que el maestro ha leído y preparado, es su partitura. Pero cuando comienza a hablar, se transforma en música, resuena en el sentir de los niños, sobre el instrumento de su alma. Todo maestro sabe, que un narrar tan pleno de dicha conforma un ideal pocas veces logrado. Ese ideal empero, puede conformarse en guía del maestro, alentarlo en su esfuerzo.

Al cabo de una buena narración, se sentirá algo así como un respiro profundo en el grado. Como cuando alguien retorna al hogar, al cabo de un largo viaje. Los viajes, que emprendemos con los niños son de índole muy diferente entre sí: a alta mar, una noche, sacudida por la tempestad, una isla florida, al desierto candente, una gruta insondable, o a las más elevadas cumbres cubiertas con nieve eterna; y una y otra vez, el retorno, y el asombro, que todos nuevamente se encuentran allí, y que han realizado el mismo viaje.

En la vida cotidiana, a menudo nos damos cuenta, cuando una persona ha viajado mucho, y se lo evalúa positivamente. A partir de las experiencias que han tenido, esas personas ostentan habitualmente un modo circunspecto y amplitud de miras. Otras personas podrían ser algo limitadas, por el hecho de que apenas han visto algo más que su terreno natal. ¿Es de asombrar entonces, que niños, que han realizado largos viajes, plenos de aventura y hechizos con su maestro, tengan un alma diferente que aquellos niños que nunca pudieron vivenciarlos, cuyas excursiones a lo sumo tuvieron la finalidad de brindar material de ejercitación para el idioma y los cálculos? La narración debe conducir al niño, a que intuya su descendencia espiritual. En las narraciones tendría que percibirse un hálito de aquello, que expresa una poesía de Eichendorf:

“Era, como si el cielo- quedamente, a la tierra hubiese besado, para que, envuelta en un velo de flores, de él, tan solo pudiese sonar— Y entonces, mi alma abrió muy anchas sus alas voló a través de la silenciosa tierra como si volara al terruño natal.”

Hace poco, un perito expresó en su conferencia, que el alma de los hombres de la actualidad es absolutamente gris. Nos cuesta aceptar ese hecho. Al abrir el diario, y leer acerca de todo aquello, que se propone, y emprende por los hombres para contrarrestar la monotonía, el vacío y aburrimiento de la vida cotidiana, forzosamente debemos reconocer que existe ese color gris del alma. La narración protegerá a los niños de caer en ese vacío: su mundo interior se tornará luminoso como el arco iris, cuyo resplandor los acompañara hasta el final de la vida, como fuente energética que ampara al alma del agotamiento.

Frente a la elección del material a narrar no debemos suponer empero, que el niño de los siete años aun es ignorante y el de catorce es ya muy inteligente. Tenemos que saber, que el mas niño más joven aun puede intuir verdades que se le comunican mediante imágenes, que nunca captaría mediante la inteligencia, y que pueden ser mucho más vastas que el mero conocimiento escolar. Y es ese camino al que debe acompañar el material narrativo, debe cuidar, que el niño no pierda su patria celestial frente a la vivencia cotidiana terrenal. Cada grado tiene su materia específica de la que se hablará y dentro de la cual vive el niño:

Primer grado: Cuentos
Segundo grado: Fábulas y leyendas
Tercer grado: Historia de la Creación y narraciones contenidas en el Antiguo Testamento
Cuarto grado: Leyendas germanas
Quinto grado: Leyendas griegas
Sexto a octavo grado: Historia romana y medieval. Historia de los pueblos, poemas y biografías

Los cuentos (Grimm) son aun, lenguaje realizado en imágenes. En épocas antiguas eran narrados al pueblo, por sabios, que mediante imágenes le querían mostrar realidades. El pueblo captó esa sabiduría y en la imagen intuyó la verdad. Lo mismo hace el alumno de primer grado, siempre y cuando el narrador se identifica con lo que está contando. ¿De qué manera puede llegar a una comprensión del contenido un adulto, que no tan fácilmente tiene acceso al cuento? Es muy recomendable leer lo que acerca de la interpretación de los cuentos han escrito Rudolf Steiner, Prof. Eymann, Friedel Lenz y otros. Pero aun más importante me parece el camino, de mover dentro de nosotros por algún tiempo los cuentos, hasta que descubran su belleza, su verdad y se cree un vínculo entre el cuento y nosotros. Entonces podremos entender, que el niño del jardín de infantes y su primer época escolar necesita los cuentos, dado, que mediante sus imágenes puede recibir toda su sabiduría, nutriéndose de la misma, mientras que no puede ser alcanzado por la sabiduría y la moral, expresados a través de conceptos. Cuando los adultos quieren expresar algo importante, también se valen de la imagen, presuponiendo, que los demás entienden mejor la imagen que la descripción exacta. Volvamos una vez más a la poesía de Eichendorff: “Era, como si el cielo hubiese besado, quedamente a la tierra”; estados anímicos, colores, perfumes, sonidos se despiertan en nuestra memoria! Todos creemos haber entendido al poeta, y es posible que así sea, todos esos centenares, o miles de personas, cada una, con un recuerdo diferente. Dado, que el lenguaje de la imagen es amplio brindando libertad, gira alrededor de la verdad, con figura tan múltiple como la fantasía misma.

Muchos cuentos nos hablan del desarrollo del hombre, y de la humanidad, cada uno, con imágenes diferentes. Recordemos el cuento del borriquito. A los niños les asombra que un rey puede tener un hijo que es un borriquito, pero lo pueden entender. Conocemos la imagen del burro. San Francisco habló del hermano burro como imagen del cuerpo físico y también del hombre que no ha pasado por la purificación. Inconsciente, el príncipe vive dentro de su piel de burro, hasta que, seguramente en el umbral de la niñez a la infancia, ve su imagen en el agua de pozo, y se sobresalta. Sumido en su dolor de reconocimiento, huye de su hogar. Se sobrepone a su tristeza, tocando el laúd, alegrando a los hombres con su música. De esta manera despierta admiración, hasta en la corte de un rey. Lentamente aumenta su conciencia propia. Como músico, no quiere sentarse en la mesa de la servidumbre, ni en la de los guerreros. Quiere sentarse en la mesa real. Y finalmente pide la mano de la princesa. Únicamente ella intuye al príncipe dentro de la piel de burro y halla la confirmación de aquello que había reconocido mediante su amor: un príncipe se oculta en la piel de burro. Es el rey quien debe colaborar para el nacimiento del verdadero príncipe, al quemar la piel de burro. Es el rey quien debe colaborar para el nacimiento del verdadero príncipe, al quemar la piel de burro, de modo, que ahora deberá estar presente en el mundo como aquel, que de hecho es: ya no como burro, sino como príncipe. En un cuento así, los niños intuyen su propio destino humano, ven en el príncipe su propia figura futura, prometida. Esta imagen les proporciona calidez y vida. Se estimula su sentir y se fortalece y puede cobrar efecto también sobre su pensar, y sobre su querer.

Podría creerse, que los niños de nuestra época ya no desean recibir el lenguaje en imágenes de cuentos. Podríamos creer, que están sobrealimentados por la radio y la televisión. Pero no es así. Necesitan más que nunca el devoto escuchar y la visión de las silenciosas imágenes. Así, por ejemplo, un niño dijo al cabo de escuchar un cuento: “Cuando cuenta usted, lo veo delante de mí, mucho más lindo que en la televisión”.

Con el material narrativo del segundo año escolar, acompañamos al niño un escalón más en dirección a la tierra. También este material posee muchas imágenes, aunque ya invita a mirar a nuestro alrededor a sentirse cómodo en la patria terrenal. Se cuentan, sobre todo, fábulas y leyendas. En la fábula animal, el niño hace su encuentro con el hombre, con todas sus unilateralidades, errores, pero también sus buenas cualidades. Se contaran las fábulas de tal manera, que pueda desarrollar una fuerte simpatía o antipatía. Nuevamente, se estimula, o se plasma un sentimiento. Como lindas, o feas, vivenciará las cualidades buenas o malas. A menudo, verá su propia conducta como en una imagen de espejo. Detrás de la fábula animal, inconscientemente para el niño se encuentra la imagen del hombre, que no podido realizar íntegramente su condición humana. Se reirá de algunos animales, otros promoverán su enojo, o su compasión. Luego empero, guiamos al niño, para que eleve su mirada hacia personas que se han elevado sobre sí mismas. El niño escucha las leyendas de los santos. Conoce así, por ejemplo a Christofferus, el caballero Jorge, el santo Martín, la santa Odilia, Francisco de Asis y la santa Elizabeth de Thuringen. De esta manera, ya mira con benevolencia hacia abajo, donde se encuentra el animal, ya la eleve respetuosamente hacia la altura, donde se encuentran los santos. Pocas personas le han concedido tanto valor al ‘respeto' como Rudolf Steiner. Ese respeto-al igual como todo sentimiento vivenciado de verdad y con profundidad- no se perderá jamás, sino que se irá transformando y seguirá siendo una fuerza benéfica a lo largo de toda la vida.

Al lado de las fábulas de los animales, no debemos olvidar las fábulas de las plantas. Conectan al niño, amorosamente, con la vida de la tierra y sus estaciones anuales. En la leyenda, las plantas comienzan a vivir y expresan entonces todo su ser. Cada una se conformará así en algo especial, un ser, al que conocemos personalmente. Un niño, que antes había pasado junto a un árbol, o un cantero con flores, sin prestarle atención, comenzará luego a observa las flores, a saludarlas como conocidos, y viejos amigos, después de que ha escuchado hablar de ellos. De pronto, descubre cada alegre abedul, cada abeto grave y cada luminosa retama. Pleno de expectativa busca el primer pimpollo de tulipán, y se detiene un rato frente al lirio. ¿Cuándo se adorna el aula con diente de león, no me olvides y pensamientos? No hace falta preguntarlo en segundo grado: seguramente los niños han escuchado un relato de estas flores, que ahora aman. Es así, que el material de los relatos de segundo grado podría ser llamado asimismo, una especie de estudio religioso de la vida.

En tercer grado se le cuenta a los niños: la historia bíblica de la Creación, la historia de los patriarcas, de reyes y profetas del antiguo testamento. Los niños están cumpliendo 9 años. Es un paso de suma importancia. Mientras que el niño ha seguido hasta entonces -por así decirlo- ciegamente al maestro, comienza ahora a replegarse sutilmente. Mira a su maestro como desde afuera y se asegura, si cúmplelo que de él ha creído; ¿si sigue a leyes superiores, o si actúa arbitrariamente? ¿Si puede seguir venerándolo? Estas preguntas apenas conscientes pueden tener la duración de breves momentos dolorosos, casi no percibidos. Casi siempre desembocan en una relación maestro alumno, que puede ser muy satisfactoria y duradera, por el hecho de haber pasado por una prueba de estabilidad. De nuevo, el maestro puede ser el legitimo conductor/ guía, a quien el niño se confía. Ese paso evolutivo difícilmente pueda ser observado, si no se conoce a los niños ya desde el primer grado. A esa edad justamente, el niño está escuchando, como un gran número de personas, y hasta todo un pueblo es guiado y educado por el Dios-Padre. Obediencia y desobediencia, órdenes y cumplimiento, castigo y recompensa juegan un rol importante. También severidad e indulgencia. Por cierto, que el niño podrá sentir a veces un estremecimiento frente a las exigencias impuestas, pero, hallará siempre de nuevo, confianza frente a la conducción divina. Esto se nota en la complacencia con la cual por ejemplo se recita un salmo. El niño vivencia a su maestro como mediador de estas historias y siente, detrás de él, al ser divino que a todos conduce, al que él también obedece. Puede elevar su mirada al maestro como autoridad natural. Esto no significa doblegarse, sino significa, amar a aquel, a quien nos conduce a la meta justa. Estos pocos ejemplos nos muestran, como se intenta a través del relato a lo largo de los años escolares, adecuándolo a la respectiva etapa evolutiva del niño, brindarle una nutrición edificadora.

El marco del material narrativo posee un amplio trazo. Como en pocas otras oportunidades, el maestro posee libertad de elección del tema, partiendo de la vida existente en el grado. Por esa plena libertad empero puede suceder, que se le torne tortuosa la búsqueda del material a relatar –puesto, que en su narración debe dar respuesta a situaciones exteriores, pero también a las interiores, preguntas, tal vez apenas conscientes de los niños. Puede suceder, que con lo elegido acierte plenamente. Esto constituye un hecho feliz para el maestro y para los alumnos. Es podrá observar, por ejemplo, como la disciplina mejora, sin mayores esfuerzos, como el trabajo se realiza con mayor alegría. Tales experiencias se conforman luego en aliciente para el educador, de manejar la narración realmente a modo de herramienta, para captar los corazones, para formar seres humanos.

Rosa Zumbuehl-Mischler
Tomado del muro de Puente de Estrellas en FB

Foto: editorial  Rudolf Steiner